TAMBIEN LAS EMOCIONES SE CONTAGIAN
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A través de las redes de relaciones sociales, -y no me refiero aquí a
redes sociales tipo facebook o twitter-, se transmiten ideas,
enfermedades, modas, comportamientos y muchos otros elementos
susceptibles de pasar de unas personas a otras cuando esas personas se
hallan en contacto. Por esa razón, la estructura y funcionamiento de las
redes sociales tiene importancia en materias tales como economía,
salud, moda o política, por poner algunos ejemplos importantes. Pues
bien, los estados de ánimo o estados emocionales también se transmiten a
través de redes sociales y resulta que lo hacen de un modo similar a
como se contagian las enfermedades infecciosas.
A la conclusión anterior ha llegado un grupo de investigadores tras
contrastar las predicciones de un modelo previamente utilizado en
trabajos epidemiológicos (modelo SISa) con datos procedentes de un
estudio de largo alcance (Framingham Heart Study) del que se puede
obtener información que permite atribuir a los individuos encuestados
diferentes estados de ánimo. Los estados que se definieron en este
trabajo fueron los de “contento”, “neutro” y “descontento”. Y aluden a
estados de ánimo o emocionales perdurables en el tiempo pero
modificables; así pues, no se refieren a un rasgo de la persona, ni
tampoco a un estado fugaz que obedece a un estímulo reciente.
El grupo investigador concluyó que tanto el estado “contento” como el
“descontento” se transmiten mediante contacto con personas que se
encuentran en el respectivo estado de ánimo, aunque la probabilidad de
transmitir el “descontento” es más alta. Ambas situaciones emocionales
(o estados de ánimo) pueden, a su vez, surgir de forma espontánea, esto
es, de un modo que no se debe a un “contagio”. Y surge más fácilmente el
estado “contento” que el “descontento”. También la tasa de recuperación
del estado “descontento” es mayor que la del estado “contento”: una
infección de estado “contento” viene a durar unos diez años, mientras
que la del estado de ánimo opuesto dura aproximadamente la mitad de
tiempo. Los autores son conscientes de que puede haber diferencias entre
individuos en la predisposición a contagiarse de uno u otro estado o a
que surja de forma espontánea, pero la existencia de tales diferencias
no modificaría las conclusiones generales, dado que trabajaron con una
muestra de gran tamaño. Por otro lado, en ninguna de las probabilidades
estimadas incidía la edad, el sexo o la educación.
Las conclusiones obtenidas, en sus detalles numéricos, no tienen
validez general y así lo reconocen los autores de la investigación. Pero
resulta un trabajo muy interesante por la metodología utilizada y el
valor que puede tener su aplicación en diferentes contextos sociales. A
título personal, y aparte del interés que de suyo tiene este estudio, me
ha permitido confirmar una idea que me ronda desde hace años, la de que
no es bueno frecuentar la compañía de cenizos y agoreros: pueden acabar
convirtiendote en uno de ellos.
Nota: En el artículo se utilizan los términos “content” y
“discontent”, que yo he traducido como “contento” y “descontento”. Soy
consciente de que estos términos no indican en español lo mismo que en
inglés, porque en español se trata de estados transitorios de corta
duración, pero no se me ha ocurrido nada mejor. La alternativa más
razonable hubiera sido, quizás, la de “feliz” e “infeliz”, pero me
parecieron demasiado trascendentes.
Referencia: Alison L. Hill, David G. Rand, Martin A. Nowak and
Nicholas A. Christakis (2010): “Emotions as infectious diseases in a
large social network: the SISa model”.
Proc. R. Soc. B. (publicado online el 7 de julio de 2010)
Juan Ignacio Pérez Iglesias