SEGUNDA PARTE – PSICOTERAPIA Y SOCIOTERAPIA
Como
continuación del artículo del número anterior de este periódico, que
describía una característica psicológica fundamental del chico de la
calle: su psiquismo acrónico, nos referiremos ahora a nuestra concepción
de socialización, su psico y socioterapia que la entendemos como la
construcción de la historicidad y, a través de ésta lograr el sentido de
existencia, de identidad.
Nosotros no hablamos de re-habilitación
social de estos chicos por algo muy simple: ellos nunca fueron
“habilitados” en la sociedad, nunca se les dejó entrar, viven afuera, en
los intersticios de la sociedad. Por eso la tarea es que realizan, por
primera vez, la entrada en el mundo simbólico de la palabra como
instrumento de la memoria y la planificación (el recuerdo y el deseo).
Como
todo planteo terapéutico incluye una filosofía o ideología del ser
humano, vamos a aclarar que nuestra propuesta tiene que ver con la
elaboración de las experiencias vividas para que éstas adquieran
sentido y armen un proyecto de vida, desde la elección vital del
paciente, ayudarlo a parirse a sí mismo, a elegir su vida. Esto
es opuesto a las formas represivas en salud mental: “vos serás como
nosotros queremos, o serás castigado...” (hospicios, reformatorios,
etc.). También existe una forma suave de llevar el tratamiento al mismo
final, son las formas adaptativas: “vos serás como nosotros queremos,
porque es más civilizado ser así...(escuelas y demás rehabilitaciones
sociales).
Pero lo esencial en la socioterapia de los chicos de la
calle (que también incluyen a púberes y adolescentes) es que recobren
la organización prospectiva de la vida, el tema del deseo y la
esperanza. Esto está muy destruido en este sector social.
Para
dar una idea del sentimiento de presentidad táctica (vivir el presente y
nada más, un mundo construido sólo desde la acción concreta).
Una frase muy común entre los chicos de la calle es “yo ya estoy
jugado...”, lo dicen en el sentido de “la suerte ya está echada”, los
dados cayeron mal, “ya estoy muerto”. Es como vivir un
sobretiempo, una sobrevida sin otro sentido que el que da cada instante.
Ellos agregan cuando ya tienen conflictos con la policía (imposible no
tenerlos viviendo en la calle) “yo sigo hasta que me bajen...” es decir,
hasta que lo maten, ese chico no siente angustia anticipatoria, porque
para él no hay futuro.
Ahora, ¿por qué describimos este sentimiento?. Porque justamente la terapia va a tender sacarlo de ese presente fáctico y permitirle construir la historicidad.
A
continuación daremos una idea de nuestra experiencia de incluir a estos
chicos en la estructura social (que a pesar de no ser muy recomendable,
es mejor que vivir en la calle).
Empezamos contando las
tres etapas del Bancapibes. En la primera, Alicia Salas, (una psicóloga
social de la escuela de Psicología Social Pichón Rivière) comenzó el
trabajo de campo, de contacto persona-a-persona con los pibes de la
ranchada (grupo para-familiar, en el lenguaje carcelario) de Plaza Once.
Durante
meses, especialmente durante la noche comenzó a ser un referente
vincular, además al proponer los encuentros en el mismo sitio de la
plaza, un lugar con características de un adentro, con cierta intimidad,
comenzó a configurar, muy borrosamente en esta primer etapa, los dos elementos faltantes fundamentales en la construcción de la realidad del chico: la mamá y la casa.
Como
los encuentros se repetían, poco a poco se fue configurando una
secuencia temporal, un embrión de historicidad que es el tercer
elemento: el tiempo, trama que luego en las otras etapas fuimos tejiendo pacientemente, pues apoyándose en esa trama temporal es que el pibe puede memorar, reconstruir su historia y planificar su vida.
La
segunda etapa se dio cuando, ya generado el vínculo, los pibes son
invitados a pasar los domingos en el edificio del Bancadero (enorme casona de principios de siglo).
Allí es la etapa intermedia, cuando los chicos se van acostumbrando a
usar una casa, a concebirse psicológicamente en un adentro. Si
se saltea esta etapa intermedia y se hubieran llevado a los chicos,
desde la calle a vivir permanentemente en una casa, no pueden integrar
su vida anterior y se escapan, ya que se sentirían encerrados. (Como
pasa en muchas experiencias estatales pues no se respetan los tiempos
del chico).
Los domingos, los pibes empezaron a aprender a vivir
en comunidad (eran entre 20 y 30) por turnos hacían la comida, la
limpieza, los deportes, se lavaban la ropa. Era obligatorio asistir a la
Asamblea de Comunidad de dos horas de duración. Allí, cada uno hablaba y
opinaba sobre los problemas que se producían en la Comunidad.
En el diseño organizativo de esta etapa, Alicia Salas proponía tres prohibiciones: no estaba permitida la violencia física, no inhalar pegamento y no robar.
En un comienzo fue bastante difícil hacer que esto se cumpliera, pero
cualquiera de las tres transgresiones hacían imposible la convivencia
dominguera.
En la hora de Asamblea de Comunidad, se pasó de
discusiones violentas, miembros silenciosos o caos dialógico a
intervenciones reflexivas, relatos de experiencias de sus historias y
una planificación de los trabajos para el próximo domingo. Comenzaba el
germen de un proyecto grupal, armado entre todos: El Bancapibes.
Cuando
los pibes configuraron (prefiguraron) un vivir en una casa con una
coordinadora que cubría la figura materna, se pasó a la tercera etapa:
La Comunidad de Convivencias. Ya habían pasado más de dos años y en una
reunión de la supervisión que yo hacía de la experiencia, le propuse a
Alicia el paso a la tercera etapa. Llevamos a vivir permanentemente a
los chicos al edificio del Bancadero.
Se creo entre todos, en la Asamblea de Comunidad un reglamento: las “Normas de Convivencia”. Esto termina de estructurar la vida cotidiana.
Los chicos tenían figuras vinculares, Alicia con su equipo (maestros,
psicólogos, amas de casa), como también su espacio propio, la querencia y
los roles. Esto permitía tejer la una trama cotidiana, ya no eran chicos de la calle.
Toda
esta aventura humana estaba llena de anécdotas, emociones fuertes y
conflictos. Los chicos venían a veces en condiciones terribles,
recuerdo, por ejemplo, que uno de ellos no se había sacado las
zapatillas por meses (por miedo a que durmiendo se las robaran en el
desamparo callejero) y se le pegaron a la planta del pie, otro venían
violados o lastimados.
A pesar de las dificultados, lo que nos
daba siempre fuerzas para seguir (sin ningún tipo de ayuda de la
sociedad) era la solidaridad intensa entre los pibes, -en la ranchada se
ayudaban unos a otros- y los esfuerzos que hacían para salir de la
calle. Demostraron que, cuando tienen oportunidad, eligen la vida y no
la muerte (en el Bancapibes no hubo más droga, ni violencia y no robaban
cuidando el proyecto de todos).
Además de Bancapibes, la Casa de
Teresa, el matrimonio Barzotti, Padre Eliseo, Andén 1, Pelota de Trapo y
otras que, trabajando con muy pocos medios han salvado muchos pibes de
un destino injusto y doloroso, demostrando que es posible su
socialización.
Como tal vamos a enumerar los ocho puntos más importantes a tener en cuenta para un desarrollo comunitario según nuestra experiencia:
1) SOCIOTERAPIA:
Quiere decir que centramos la tarea en lo psicológico y sociológico y
aunque es esencial la casa (y también el taller) lo que buscamos es que
el chico pueda transformarse en su concepción de la vida.
2) COMUNITARIO: Trabajamos sólo en grupos y a través de él con los individuos.
3) ALTERNATIVO: Propone soluciones nuevas, a veces insólitas, que replantean totalmente el problema.
4) AUTOGESTION:
La tarea realizada por el grupo conflictivo, desde sus intereses, el
equipo sólo favorece y coordina las opciones hacia la vida (no se
trabaja para sino desde).
5) COSTO MINIMO:
Usamos infraestructura de reciclajes re-usando medios y espacios no
utilizados por el sistema (el viejo y eficiente “estilo chacarero” de
nuestra cultura rural). Camino.
6) NIVELES
MULTIPLES: Terapéuticamente trabajamos con la acción (psicodrama) el
cuerpo (Gestalt, relajación) y con la palabra (teorías de crisis).
También son muy útiles Arteterapia (teatro, títeres) y Laborterapia (que
luego da salida laboral).
7) CULTURA
NACIONAL: Pensamos que todo rescate de la identidad pasa por rescatar
anteriormente la matriz de la identidad cultural (esto vale
especialmente para los grupos de alto riesgo). Hemos estudiado y utilizado ceremonias, roles, mitos de tres subculturas históricas argentinas: criolla (rural), arrabalera (suburbana) y rockera (urbana) que,
además tienen que ver con tres grandes crisis sociales en nuestro país:
1860, 1930 y 1980. En los tres períodos hubo chicos de la calle y
fueron descriptos por el arte popular: en el Martín Fierro (los hijos
cimarrones) en los tangos del ’30 (el tema del abandono).
8)
EXPERIENCIA PILOTO: Cada experiencia debe conceptualizar para
desarrollar teorías que, llevadas a la práctica se confronten y se
ajusten para crear tecnología social, especialmente en este tema de los
chicos de la calle, donde por ser un problema nuevo (subproducto de la
sociedad de masas y la injusticia social, que desintegra las familias
más marginadas) no existen teorías fabricas en Europa (simplemente
porque no hay chicos en la calle, allá todos son ricos y felices con
nuestra deuda externa).
Los intelectuales argentinos no
tenemos otro camino que darnos el permiso de pensar desde aquí para
solucionar lo que pasa aquí. Es decir ser productores de cultura y dejar
de depender de los centros de poder, salir del papel de kelpers del
pensamiento.